Voy a hablar de la esperanza
Yo
no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como
artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este
dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente.
Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no
fuese artista también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo
siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano,
también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.
Me
duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya
causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan
importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido
dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor, por sí mismo? Mi
dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos
neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi
novia, mi dolor sería igual. Si me hubieran cortado el cuello de raíz,
mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de otra modo, mi dolor
sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.
Miro
el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi
sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi
tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre
la suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo!
Piedra negra sobre piedra balnca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
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